quarta-feira, 16 de julho de 2008


Carta a mi querido Kafka.

Para mí, para ti. "Kafka"
Con el amor que nos separa.

Mi querido Kafka:

Desde que me levanto, una imagen de tus ojos se me viene a la mente. El recuerdo de esas caricias repetidas continuamente noche tras noche hace tres meses, hace que todas las mañanas, absolutamente todas, tenga dos orgasmos automáticos. Aún queda el olor de tu cuerpo en mi cuarto, aspiro fuertemente hasta que me duelen las costillas para que el olor, se me quede impregnado en el pecho. Ya sé que desde que te fuiste, bueno más bien desde que me fui, no soy la misma, mi espejo me lo dice cada mañana. A veces no me gusta lo que veo, a veces sí, pero la mayor parte del tiempo no. Mis ojeras cada vez se hacen más notables y hasta ya siento que se me notan mucho las costillas por no comer bien, pero es que la verdad casi no me da hambre, además que la comida que preparo no sabe como la que preparabas tú. Siento que mi cuerpo cada vez, cada día se vuelve más delgado, las piernas parecen dos perros salchicha con manchas de dálmata, de tantos moretes que tengo. Los brazos me duelen de tanta heroína que me inyecto, a veces ya no sé si estoy muerta o nada más estoy soñando o es que en realidad sigo viviendo en esta tierra. Esas marcas en las manos no me gustan, porque me recuerdan el terrible día en que te fuiste, bueno, en que me fui. Recuerdo como el olor a marihuana impregnaba el cuarto y había botellas de vino tiradas por todas partes. Estaba tan ebria, tan marihuana, que ni siquiera sentí el dolor que causaba esa navaja introducida en mis venas. Nada más me acuerdo como la sangre chorreaba por mis brazos y goteaba en el piso como si fuera lluvia color rojo. Intenté levantarme, pero estaba ya tan débil, que desfallecí. Después cuando desperté (y no recuerdo cuánto tiempo estuve desmayada), estaba ya en la cama de un hospital, de esos del seguro social y una enfermera estaba cociendo mis venas y otra le decía a un fulano de blanco que si me salvé fue de pura suerte. Que había consumido demasiada droga, demasiado vino. De repente, una náusea terrible me vino desde el vientre y lo único que recuerdo es que vomité encima de la enfermera.
¡Dios mío! ¡Que terrible es estar sola! Solo tu compañía, Kafka, hacía que me sintiera entera, llena y no vacía como me siento ahorita. Por eso decidí escribirte esta carta, porque ya no puedo más, ya no tengo fuerzas para seguir mi camino sin ti.
Aunque he aprendido a aceptar mi derrota, pero cada vez que despierto, cada vez que siento el olor a ese perfume que usabas, no recuerdo bien el nombre, solo sé que tenía algo de “aquarius”, me pongo tan triste, me siento tan desdichada, que en lo único que pienso es en suicidarme de nuevo. ¡Ay Kafka! ¡Si supieras cuánto te amé, cuánto te amo! ¡Ay Kafka! Despertaste en mí a aquella mujer que había muerto, ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas cuando nos conocimos? Como estaba triste en esa alfombra y te acercaste para pedirme que no llorara, me prestaste tu pañuelo y enseguida limpiaste mis lágrimas. Recuerdo cuando rozaste con tus bellas manos mi rostro y como sentí que la piel se me erizaba tanto, que en ese mismo instante me di cuenta que te amaba.
Ahora, ya no puedo seguir con este tormento, siento como la sangre empieza a coagularse, como ya no respiro, el veneno está haciendo efecto, pero por favor Kafka, cuando sepas de mi muerte, no llores, ya no tiene caso, la vida así es a veces, además tu siempre me dijiste que no valía la pena llorar por tonterías. Kafka, mi querido Kafka, ya sé que no estoy en mis cinco sentidos, pero aún así, nunca se me olvida que te amo, que eres el único motivo por el que rezan mis piernas, por el que mi himen volvió a ser himen, por el que mi espíritu se convirtió en cuerpo, por el que el amor fue lo que fue, amor...error...
Mi querido Kafka, cuando me vaya no quiero que te sientas solo, al contrario, siente como mi alma estará contigo, como el olor a marihuana fue aquél amanecer tan dulce, recuerda como mis manos te mecían para que te durmieras, como mi pecho recostado junto a ti, hacía que ardiera un fuego incontrolable, como cada noche tocaba tu puerta y tu me recibías con tanto amor...
Mi querido Kafka, cuando sueñes con el cielo o con el mar o con cualquier cosa que sea azul, recuerda aquella noche tan intensa, en que me desvestiste con tus dientes y que fuimos incontrolables, fuimos uno, en vez de dos.
Kafka, Kafka, Kafka, no olvidaré jamás tu nombre...
(Dios, ya veo que se siente morir, creo que ya estoy llegando al fondo del pozo...)

Kafka, Kafka, ayúdame, sácame de aquí, no me dejes sola...

Recuerdo esa canción de Bunbury que tanto te gusta...

Kafka...

Mi querido Kafka....

Kafka...

Mi querido Kafka...

Kafka...Kafka...


Mujer del Oasis
Verano del 2008

2 comentários:

Blas Barajas, escritor disse...

mujer, como te va por aquellos rumbos? me da gusto que actualizes el blog.

Anônimo disse...

hay cabron...pues de que me perdi?